La primera casa de la calle Rosal donde vivió don José Wenceslao, es aquella en la acera norte, con elaboradas rejas, de comienzos del siglo pasado. En el primer piso antes de subir la escala, era inevitable volver la cabeza a mirar un cuadro que reclamaba atención. Era el retrato de un señor cuyo primer nombre no recuerdo, pero el apellido era Bari. Mostraba la cabeza y un poco más. Al pie del cuadro se leía “....... Bari, nacido Lars Campanius”. Me parecía muy extraño que alguien usara legalmente un nombre cuando había nacido con otro. Lo pintó doña Procesa Sarmiento, hermana de Domingo Faustino, cuando era alumna de Monvoisin. Ambos pasaron un largo período en Chile, escapando del gobierno de Rosas. Ella es reconocida como la primera pintora de Argentina, cronológicamente hablando, se entiende.
El sueco retratado recuerda un autorretrato de Van Gogh, escaso pelo rubio, unos 45 a 50 años, pálido, ojos azules y escudriñadores que yo miraba horrorizada porque parecían seguirme escala arriba. En consecuencia, cada vez que visitaba esa casa, subía muy rápidamente para evitar los ojos que se movían con vida propia.
Con los años, terminó por gustarme y ahora lo extraño. Es como si alguna esencia del ser real hubiera quedado estampado en el cuadro, quizá sigue mirando lo que ocurre a su alrededor, moviendo los ojos a través del cuarto. Y por esas fijaciones que se graban en la mente de una niña, siempre me atrajeron los hombres que se le parecían.