martes, 1 de enero de 2008

¡Feliz 2008!



Desde la puerta del café, un saludo afectuoso a todos los que entren o pasen por las calles hoy iluminadas con destellos festivos, a todos los que mantengan alguna ilusión. Se ha brindado con champaña, se han encendido velas nuevas para comenzar otra vez a subir la montaña.

4 comentarios:

Margarita Carvajal Fredes dijo...

holi
te había extrañado
gracias por tu ánimo me hace falta, nunca aprendo ke los hombres son hombres y espero ke actuen como mujeres, sensibles y humamnos, pero, bueno, ke haremos, muchas buenas vibras
te kiero
tu hija putativa, más las últimas dos sílabas de esta palabra, aunke en momentos de extrama pobreza he considerado seriamente ser las primeras jijijiji
besos

Laura dijo...

¡Ay, hija putativa de mi alma!
Puchas que nos está mostrando caras feas este enero pinocho...
Bueno, sí, el darle la hora a los dolores propios y a los tipos inhumanos sirve de catarsis, que se sacudan un poco y se dividan en quienes los reciben para que así vayan perdiendo parte de su veneno.
Ojalá que esas serias consideraciones de mengua de sílabas no agarren vuelo...aunque...

Un abrazo de Día de Reyes (esos que dejan regalos en los zapatos)
Puede que hayan dejado caer un ejemplar de primera, revisado por el depto. Control de Calidad

Marsa dijo...

Entré a la media noche y llevo media hora curioseando. Abro puertas a lo desconocido, miro, y todo me parece demasiado oscuro y silencioso.

Para llegar hasta aquí tuve que rellenar lo que me ha parecido un largo listado de datos de identificación, y de tantas caractéristicas de mi persona como he sido capaz de recordar y ordenar mentalmente.

Un altísimo portero, con cara de mapache, larga levita, ajustados pantalones, zapatos de charol y gorra con dorados galones, sin decir ni una palabra me ha abierto la puerta, y yo que estaba así como ahora, de casa, con unos antiguos pantalones de Laura Ashley con un horrible estampado de hojas heterogéneas, verdes, apretujadas, desordenadas y horribles, dando fondo a unas florecillas azules y apagadas, un pantalón deformado por el uso y un millar de lavados, y una vieja chaqueta marrón, con cuello cerrado y cierre de cremallera, que haría la ilusión de una vieja hippi, deambulo por el café, donde por toda iluminación queda una pequeña bombilla sobre una puerta, alumbrando un cartelito: CABALLEROS. Debe ser el aseo para los parroquianos.

El flaco y largo portero me mira sin soltar la pueta que abrió para mí, como invitándome a salir. Le envío una tímida sonrisa, vuelvo a mirar a mi alrededor sin ver demasiado, y regreso a la calle; una calle que no conozco, en una ciudad que desconozco.

Se cierra de nuevo la puerta del café. Estoy en La Esquina. La iluminación es escasa. No veo ningún transeunte. No pasa ningún taxi. A lo lejos veo acercarse un trolebús, le hago señas, para y me subo.

Le digo al conductor: - ¿Me lleva a casa por favor?. Me parece normal que asienta con la cabeza, y confiada ocupo un asiento de un desierto vagón.
Con esperanzas renovadas prometo volver otro día. Peonía.

PD. Llego a casa a tiempo de desearos un Feliz Año 2008.

Marsa dijo...

Creo que debo comentaros que mientras merodeaba por las salas del solitario café, me parecieron oir unas voces de mujer, como un suave eco, pero pensé que la experiencia me producía un cierto temor, pero después de enviar mi comentario sobre mi primera visita a La Esquina, me doy cuenta que lo que yo oía eran los restos de la conversación entre Emilia y Laura, porque los susurros repetían ciertas risas ahogadas y dos palabras: "hija putativa".

Le confío esta notita al conductor del trolebús, que me promete dejarlo mañana a primera hora en el café. Buenas noches. Peonía