domingo, 17 de octubre de 2010

Increíble, pero cierto

Casi no puedo creer que haya aparecido Rolando en esta esquina olvidadísima que alguna vez quiso reunir a algunos conocidos del café Mozart. Pero eso de la esquina me quedó dando vueltas y por eso, hace más o menos un mes nació el "Taller de la esquina", sitio de los alumnos de un taller de poesía que se mantiene equilibrado en la punta de un alfiler.
Volviendo a esta esquina, se trata de un lugar para escribir porque sí, para nadie en especial, sólo hacer correr los dedos en el teclado y dejar una leve señal, como esa ínfima flor de la ruda que inserté arriba, marca del paso del tiempo en este rincón perdido de la ciudad.
Te veo instalado en el viejo asiento y pienso en qué podré hacer con todos los trastos que alguien más aficionado a los cachureos que yo, ha estado trayendo: sillas sin patas, patas sin sillón, máquinas que ya no se usan, pedazos de algo que ya no es. Aunque lo ideal sería tener un destartalado vagón de tren, está fuera de toda posibilidad, a menos que pudiera reducírsele mágicamente el tamaño y irse llenando con todo el cachivache, para luego echarlo a rodar por el aire, porque por otra parte no se puede.
Se acerca la hora de una taza de té, buen amigo y veremos si en este lugar es posible procurársela.
Saludos melancólicos en un domingo de primavera con viento de la costa

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