martes, 8 de marzo de 2011

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Es de madrugada, todo duerme y uno aquí, aún bebiendose las esquinas. Mis amadas duermen, descansan, suspiran y sueñan. No es hora de refugiarse en algun lugar adecuado, pero en esta esquina el café dormita al amanecer. Entro y me acomodo (es un decir) en el viejo sofá granate. Aparece este hombre mayor que es el nochero, el mesonero de la noche. Me pone sobre la mesa un vaso de vino y se aleja con su andar rengueante. tengo frío, sueño y la soledad me muerde el cuello. Al menos podría estar conmigo aquella dulce japonesita doctor en física nuclear. Cómo es que se llamaba? Yurima? Michima? No. No lo recuerdo. Era bella y distante. Apareció una noche en mi mente para vengarme como un niño de las damas reales que me desairaban. El vino es áspero pero me hace bien. Voy arrellenándome en el sofá y se me cierran los ojos. No sé cuánto tiempo ha pasado. Abro los ojos y un rayo de sol ha penetrado debilmente y me acaricia la cara. Dos hombres desayunan en la barra. Y la señora de ajada belleza que ya he visto en anteriores ocasiones, prepara las mesas con esos mantelitos granates a juego con el sofá. Nos miramos y descubro que es bella. Bella y ajena.

1 comentario:

Laura dijo...

Ya es de noche y comienza a hacer frío.Un camarero se acerca sin ruido y se queda esperando algún pedido, sin preguntar. Pido una copa de gewürzstraminer y unas tostadas con hummus para untar.No recuerdo a ningún "amado". Cierto es que la palabreja no me gusta porque no puedo endilgársela a nadie en especial. Me gustaría que entrara aquel madrileño trasplantado a Santiago y tuviéramos un rato de conversación,
me hablaría de sus plantas, sus nietos aprovechadores, las noticias de la red, todo expuesto con una jerga entusiasta, rápida y llena de improperios ¡tan propios!
El podría hablar de una amada, aquella muchacha que lo introdujo en un mundo distinto, que luego de desdeñarlo al comienzo, lo terminó apreciando de veras. (Decía A. Machado en uno de sus poemas, refiriéndose al español: "que desprecia cuanto ignora")El hosco madrileño terminó siendo un tipo encantador,el preferido de las mujeres. Aquí podría beber sin problemas de salud del mundo real y su fantasma adquiriría otra vez la forma concreta que ya se ha desintegrado.
Pido otra copa, pero de algo más consistente y embriagador hasta sentir aquella sensación de que la cabeza se eleva entre nubes.