martes, 29 de marzo de 2011
viernes, 18 de marzo de 2011
La muerte le sienta bien a Gadafi
El ataque concertado de los países europeos, instigados y liderados por EE.UU. contra Libia es de una hipocresía increíble. En primer lugar, porque éste último pretende que otro país inicie el ataque, Desde todos los medios se pide el asesinato del líder del país, hecho ya intentado en innumerables oportunidades a través de los años; en uno de ellos mataron a su hija.
El coronel Gadafi ha celebrado convenios con gobernantes de casi todo el mundo, se asegura que dinero libio ha ayudado a elegir a Sarkosy y mutuos acuerdos comerciales exitosos se han celebrado. Jefes de gobierno de todo el orbe han estrechado su mano – se dice que Berlusconi se la besó – pero, aparentemente inspirados por un grupo de civiles que desean la muerte del líder libio (no está claro quien o quienes los inspiraron a su vez a ellos) están enviando todo tipo de armamento de tierra, mar y cielo, para destruir al gobierno que lucha legítimamente por la estabilidad de su país, rechazada su iniciativa de acuerdo con los insurgentes. Los perros le han mordido la mano.
No se trata de romper lanzas por el sistema de gobierno del coronel, sino de preguntarse
cómo es posible una mudanza tan drástica. Se han congelado o confiscado los bienes a su nombre en varios países, seguramente para obviar el cumplimiento de pactos y deudas con Libia y tener abierto el acceso al mayor bien de la tierra a punto de ser invadida: el petróleo.
Ahora Gadafi ordenó algo al fuego. No hay razón alguna para que el ataque se materialice. Pero está cercado por todos lados. ¿Se le permitirá sobrevivir dignamente como corresponde a su rango y trayectoria o se le cazará y destruirá como a un perro rabioso, como hicieron con Sadam Hussein, el antiguo aliado? Quizá estamos todavía a pocos años de ocurrido el hecho, pero la vergonzosa invasión a Afganistán y luego a Iraq, es un horror que se pensó no osarían repetir tan pronto.
miércoles, 9 de marzo de 2011
¿Qué hay de la mujer 2011?
Asumir la feminidad no es tan duro en estos últimos años, como cuando tuvo que enfrentarlo mi madre, por ejemplo. Al salir del colegio y darse cuenta de que las posibilidades de trabajo eran escasas y los posibles empleos limitados a labores muy secundarias, debió olvidarse de las ilusiones forjadas en sus años escolares cuando la vida real o “de afuera” no entraba a las aulas.
No se puede decir que la situación actual de las mujeres chilenas haya cambiado radicalmente, todavía hay discriminación laboral y salarial, el ingreso a ciertas carreras técnicas y universitarias aún es observado por los hombres con el ceño fruncido y no se les escatiman agresiones simuladas o abiertas.
Recuerdo a un gerente de empresa declarar que en caso de elección entre postulantes a una jefatura, elegiría siempre a un hombre, a menos que una mujer superara claramente a éstos.
Falta una política de educación sexual más amplia y libre de fanatismos religiosos, la sociedad debe reconocer que la mujer tiene derechos sobre su propio cuerpo y es libre de continuar un embarazo no deseado o terminarlo en condiciones seguras. No es posible que los hombres sigan debatiendo sobre el uso de anticonceptivos para mujeres, ya que sólo les compete a ellas hacerlo. Las instituciones no democráticas del país: el ejército y las religiones, siguen siendo machistas, aún cuando el primero ha consentido en dar instrucción militar a mujeres
de manera limitada.
Lo más penoso del asunto es que los hombres se han sentido desplazados de su falso pedestal y se vengan cobardemente usando la única ventaja que poseen: mayor peso y musculatura, que se traduce en descargar su frustración golpeando y asesinando a quienes consideran “sus”mujeres y enemigas.
La educación laica de las actuales y futuras generaciones puede tener la solución a esta odiosa disparidad.
En El Mercurio de los últimos días, un cronista (C. Warnken) se refirió a las prédicas y declaraciones de algunos sacerdotes católicos, criticando su tono melifluo y alambicado cuando tocaban temas candentes con eufemismos, rondando la verdad, pero sin tocarla ni atreverse a llamar al pan, pan. Hubo una andanada de comentarios respondiendo al tema; en muchos de éstos, de varones, se habló de frases “afeminadas”, de hablar con voz de “señora”y otras lindezas que sugerían que en el habla de las mujeres se da la hipocresía, amaneramiento y costumbre de sacarle el poto a la jeringa. Mientras el parecer mujer se asocie con características negativas y ser comparado con una de ellas se considere insulto para los hombres, no saldrán los prejuicios de sus cabecitas.
Por su parte, las mujeres tendrán que eliminar de su repertorio el que decirle “ahombrada” a una congénere, sea la peor invectiva.
¡Feliz día, mujeres, socias, amigas, parientas, compañeras de ruta!
martes, 8 de marzo de 2011
hit counter
Es de madrugada, todo duerme y uno aquí, aún bebiendose las esquinas. Mis amadas duermen, descansan, suspiran y sueñan. No es hora de refugiarse en algun lugar adecuado, pero en esta esquina el café dormita al amanecer. Entro y me acomodo (es un decir) en el viejo sofá granate. Aparece este hombre mayor que es el nochero, el mesonero de la noche. Me pone sobre la mesa un vaso de vino y se aleja con su andar rengueante. tengo frío, sueño y la soledad me muerde el cuello. Al menos podría estar conmigo aquella dulce japonesita doctor en física nuclear. Cómo es que se llamaba? Yurima? Michima? No. No lo recuerdo. Era bella y distante. Apareció una noche en mi mente para vengarme como un niño de las damas reales que me desairaban. El vino es áspero pero me hace bien. Voy arrellenándome en el sofá y se me cierran los ojos. No sé cuánto tiempo ha pasado. Abro los ojos y un rayo de sol ha penetrado debilmente y me acaricia la cara. Dos hombres desayunan en la barra. Y la señora de ajada belleza que ya he visto en anteriores ocasiones, prepara las mesas con esos mantelitos granates a juego con el sofá. Nos miramos y descubro que es bella. Bella y ajena.
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